Use of Personal Protective Equipment Fatality File – Spanish

Troy Bridgeman trabajaba para Hammond Power Solutions en Southgate Drive. 

La empresa había introducido recientemente una norma que obligaba a todos los trabajadores del taller a llevar gafas de seguridad. Hoy en día es una política estándar en la mayoría de las fábricas, pero en aquel entonces se encontró cierta resistencia. La gente argumentaba que las gafas eran incómodas y poco favorecedoras y que llevarlas todo el tiempo, incluso cuando no se estaba soldando o realizando alguna otra actividad que pudiera poner en peligro los ojos, era innecesario. 

El director de seguridad se tomó en serio su trabajo y buscó formas de hacer más seguro el lugar de trabajo.

Convocó una reunión con todos los empleados para abordar sus preocupaciones y compartió una historia.

Contó que llevaba gafas de seguridad siempre que hacía trabajos de jardinería en su casa y que había recibido muchas burlas de su vecino por ello.

Un día estaba cortando el césped y, efectivamente, su vecino empezó a burlarse de sus gafas. Intentó ignorarlo y siguió cortando el césped hasta que oyó a su vecino gemir de dolor. La cuchilla del cortacésped golpeó una piedra, haciéndola añicos y enviando fragmentos en todas direcciones. Uno de los fragmentos golpeó a su vecino directamente en el ojo y casi lo dejó ciego.

El gerente contó la historia con gran seriedad, pero algo en ella tenía gracia.

Tal vez fuera lo inapropiado de reírse de la desgracia de su vecino.

El responsable de seguridad y salud no se dejó impresionar y lo centró.

Finalmente le preguntó si la historia le hacía gracia.

“No”, respondió, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para dejar de reír.

No fue la primera ni la única vez que su sentido del humor le metió en problemas

Tenía un gran seto que separaba su patio de los vecinos de ambos lados. Dos veces al año alquilaba un cortasetos industrial para recortarlo. Un trabajo sucio y sudoroso, además de peligroso.

Nunca había llevado gafas de seguridad mientras cortaba el seto, pero este año decidió hacerlo. Sin embargo, al no encontrar un par en la casa, tras una breve búsqueda, siguió sin ellas. 

A los pocos minutos, un trozo de metralla de arbusto le golpeó directamente en el blanco del ojo derecho, haciéndole un corte tan fuerte que sangró.

El dolor era insoportable y temía haber causado un daño permanente. Por suerte, no lo hizo, pero sí consiguió encontrar un par de gafas después de aquello.

La mayoría de sus amigos se rieron cuando les contó la historia y le preguntaron por qué no llevaba gafas de seguridad.

Le avergüenza admitir que necesitó 20 años y la amenaza de perder un ojo para aprender esa valiosa lección.